LAS CIRUELAS AMARILLAS
DE CASA DEL VECINO
CARLOS REYLES 910.
40 ANOS ATRAS...
Cierro mis ojos, como un pájaro sobrevuelo mi ciudad, San Carlos, como siempre tranquila apacible, querida y extrañada.
Los recuerdos son como pantallazos de luz que atraviesan mi mente, 40 años de mi vida. Pasan en fracciones de segundo, momentos, lugares, amigos... mi barrio.
El viejo correo en la esquina de Reyles y Maurente con la sombra de una enorme anacahuita cuyas hojas muchas veces sirvieron como remedio casero de nuestras madres cuando la garganta andaba mal, unas hojas, leche hirviendo y como nuevos. Enfrente el almacén de don Arturo que mas tarde fuera de la familia Páez donde se compraba la yerba por ¼ kilo, 1/2 kilo de azúcar, 100 gr. de galletitas que elegíamos de aquellas latas enormes con un vidrio circular al frente donde se podía ver su interior, el peso exacto en la enorme balanza de dos platos, en uno la mercancía, en el otro las pesas cromadas, el kerosene para los Primus de la época de los tanques de 200 litros, el aceite de a 1/2 litro servido con una bomba de mano de un tanque también… jAh! y por favor don Arturo anote en la libreta que a fin de la quincena papá arregla.
Un poco mas allá la carnicería de don Ramón con la oferta del puchero y los huesos que siempre nos guardaba para los perros, en la esquina de Carlos Alberto Cal y Reyles "La Gloria" la panadería que aún hoy esta allí, en la media cuadra la fabrica de pastas Lorenzo. Quien llegaba en su moto increíble para la época una "Rabbit" marrón metalizada y con arranque eléctrico hermosa, la miraba desde mi monopatín de chapa sonando ¡¡ algún día yo también !!.
Subiendo por Carlos Alberto Cal hasta 18 de Julio estaba !o de "Abásolo Hnos." un comercio enorme con grandes mostradores donde había lo que se pudiera necesitar, en la otra esquina la Ford hoy abandonada, estación de servicio taller de dos plantas, recuerdo que entraba por Carlos Alberto Cal a un garaje gigantesco y subía por unas rampas circulares en ascenso que permitían subir a los autos al 2° piso, ahí estaba la gomería, un lugar especial, pues ahí conseguía con los muchachos goma para mis ondas de caza. Siguiendo por 18 hasta Melchor Maurente el negocio de la familia Amestoy y al frente la empresa Aguirre de la cual recuerdo sus grandes camionetas azules oscuro, y ese olor tan especial de las flores…el único fugar donde no se disfruta su perfume.
Bajando por M. Maurente a 1/2 cuadra, la zapatería del barrio, en un garaje alquilado y transformado en un buen negocio "El Ombligo" ese era su nombre pues allí nos juntábamos toda la basurita del barrio a escuchar los chistes del amigo Noguéz "el feo" para todos nosotros, que hoy sigue metiendo tachuelas.
CARLOS REYLES 910.
LOS VECINOS...
La señora Dutra, la “Negra” para todos y su hijo Niver, “Rubito” para los amigos, el “pinta” del barrio una generación mas grande que todos los demás, estudiante secundario siempre aplicado, el que nos sacaba de dudas en cualquier deber de la escuela. Ellos tuvieron la primera televisión del barrio, enorme, por supuesto en blanco y negro. A la tardecita después de tomar la leche mi madre me peinaba, cruzaba la calle, golpeaba la puerta y pedía permiso para ver televisión un ratito.
Mientras la “Negra” se entretenía en su moderna maquina Singer de tejer, yo devoraba las imágenes que salían de la pantalla, allí descubrí mi afición por la música cuando vi por primera vez a Roberto Carlos cantando en un escenario cosa que mas tarde marcaría mi vida.
Un poco más adelante la familia Amoroso, su hijo jugaba al fútbol en la capital , en "Peñarol", era el 5 del cuadro y cuando lo nombraban en radio era el “Tito” Amoroso de San Carlos - un orgullo para todos nosotros. En la esquina la señora más elegante por el barrio como yo la recuerdo, simpática y amable, Pochocha Freyre de Figueredo, una hija y un hijo, el músico del barrio, que tocaba en unos tal "The Monster’s", y más allá las familias Iglesias, Páez, Beledo, Quintana Migues, Gómez Batista, Siíveira, Garderes, Silva, Pallas.
CARLOS REYLES. MI CASA...
Chica modesta pero con todo lo necesario, sin sobrar pero sin faltar nada. En el mismo terreno, al lado, mis tíos “Nene” y Eloísa y mi primo Daniel que nos observaba desde su cochecito de bebé a nosotros los "mayores" de 7 años que jugábamos todo el día.
Cuándo en casa no sobraba el dinero para la matinée del domingo allí estaba el "Nene" mi salvación… ¡cuántas veces!... ¡Gracias tío! .
Al fondo, en el rincón contra el muro del vecino, caían hacia nuestro lado las ramas del árbol de ciruelas amarillas más grande que yo recuerde ahí estaba "el lugar" nuestro orgullo, nuestro punto de reunión más querido por mi grupo de amigos.
El galpón de las herramientas de papá, hecho con tablas de obra y techo de zinc, dejó de cumplir esa función.
Con trazos irregulares por los nervios de la emoción en color azul, el nombre y las estrellas quedaron estampados en la puerta y así quedó fundado...
EL CLUB DE LAS 5 ESTRELLAS.
MIS AMIGOS...
Alejandro El mayor
Julio El más nervioso
Cachito El más calentón
Raulito El más callado
Artigas El más tranquilo y componedor de líos.
Frente a la zapatería del "Feo", la calle era nuestra cancha de fútbol, a toda hora, todos contra todos, al que la tuviera más hasta caer la noche, volvíamos al club donde mamá nos preparaba limonada con azúcar y ahí planeábamos el día siguiente, en una caja guardada celosamente juntábamos dinero de la venta de envases, de algún lavado de auto a algún vecino y también se aceptaban las colaboraciones de los abuelos cuando cobraban la jubilación y siempre algún vintén sobraba para nosotros.
Alguna tarde venía e! papá de Raulito, subíamos a la camioneta y nos llevaba a su pequeña granja que estaba por Abra de Perdomo, mientras él trabajaba en lo suyo nosotros paseábamos a caballo y escuchábamos los pájaros del monte tratando de adivinar el nombre de cada uno por su canto. Otro día que esperábamos con ansiedad era la invitación de don Pallas, tío de Julio para ira a pescar al puente del camino viejo a Maldonado, no sé como entrábamos 6 en su "Hillman" pequeño y marrón, precioso. Antes de partir, las palabras que nunca faltaban; muchachos, si se portan bien volveremos de nuevo, por supuesto que no molestábamos para nada y siempre recibíamos otra invitación.
El día especial llegaba, sábado, contábamos las monedas de la lata y gastábamos todo en choricitos y pan, la limonada de mamá siempre estaba y de postre las ciruelas amarillas que colgaban al alcance de la mano desde la casa del vecino. Era nuestra reunión más grata de unidad y amistad.
CARLOS REYLES 910.
40 AÑOS DESPUÉS...
Raulito se mudó con su familia a Montevideo hoy es profesional allá. Alejandro se casó primero que todos, tiene comercio en San Carlos. Julio vive y trabaja en Maldonado con su familia. “Cachito” se mudó de barrio, vive y trabaja en San Carlos. Yo también me mudé a Maldonado, trabajo y vivo con mi familia allí.
La vida nos separó, pero yo los recuerdo como sé que ellos me recuerdan. Cuando nos encontramos de tanto en tanto con alguno de ellos lo primero que nos preguntamos es si sabemos algo de los demás. La distancia no podrá romper el lazo de unión que quedó, el tiempo no podrá hacernos olvidar lo que vivimos, cada vida es una historia y cada historia se nutre de esas pequeñas cosas de todos los días que cada uno le da su justo valor.
CARLOS REYLES 910. HOY...
He pasado por la que fue mi casa está igual, el mismo color azul claro sin pintar, la misma puerta celeste grande, ha sido mucha la tentación de entrar por el portón del costado hacia el fondo, ver el nombre y las estrellas dibujadas con pintura azul del "Club de las 5 Estrellas" y disfrutar una vez más de las ciruelas amarillas de casa del vecino.
PARA MIS AMIGOS...
Alejandro Amestoy
Raúl Garderes
Edgardo Silva (Cachito)
Julio Pallas
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