ANECDOTAS DEL SABALERO
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Este sábado a las 21.30 horas en el Teatro Solís

“El Sabalero” rescata historias
de su “bolsita de los recuerdos”


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En su nuevo espectáculo, “La historia de mis canciones”, José Carbajal “El Sabalero” narra cómo compuso los clásicos de su trayectoria y los interpreta en vivo acompañado por una banda de seis músicos. Originalmente el guión del concierto fue pensado para un programa de radio que nunca llegó a concretarse y que le exigió ejercitar la memoria.

Por Alejandra Volpi


José Carbajal, “El Sabalero”, entre anécdotas y canciones populares.
“Lo bueno es que ya tenía los textos escritos y no tuve que desgrabar todo”, dice el hombre oriundo de Juan Lacaze que hoy vive a medio camino entre Holanda y Atlántida. Escribió originalmente las historias de sus canciones para un programa de radio que nunca tuvo aire.

Pero el trabajo no fue en vano, porque el próximo sábado los reciclará para un espectáculo que promete alternar música y relatos.

“Es muy raro este concierto. Contar cómo hice los temas es un ejercicio de memoria bastante difícil, porque pasan los años y no todo lo que uno recuerda es verdad. A veces se me confunde entre una canción y otra lo que cuento y sobre algunas no recuerdo muy bien”, confiesa. “Las únicas que están claras en la memoria son las de amor, porque más o menos tenés presente cuando te enamoraste de quién”, (se ríe).

-En general los músicos tratan de no explicar sus temas para que el público los interprete libremente, ¿por qué en su caso es al revés?

-Lo que pasa es que mis canciones son muy fotográficas. Mi lenguaje es muy simple y no hago mucho ejercicio de inteligencia en las letras. Quizás la que puede confundir un poco puede ser “La Muerte”, pero las demás son cuentitos muy lineales, los personajes casi todos existen y algunos fueron vecinos míos. No son para adentro.

-¿Se considera un cronista?

-Exactamente. Son crónicas. Mis estados de ánimo están pintados a través de los grupos sociales que me rodean, por ejemplo en “Chiquilladas” hablo de un grupo de chiquilines, siempre es en plural. Mis composiciones tienen mucha infantilidad, son muy naif en la temática y a veces en el lenguaje. No lo hago a propósito, es lo que tenía en ese momento. En los temas de amor se complica un poquito porque son situaciones personales y uno es la parte que cuenta.

-Siempre muestra la raíz a pesar de estar radicado en el exterior desde hace muchos años, ¿por qué?

-Yo soy del pueblo de Juan Lacaze, la casa de mi madre estaba frente a la plaza de deportes y pegada a una fábrica de tejidos. El ruido de las máquinas era permanente, un susurro que se escuchaba de lejos. El pito de la empresa era una cosa fuertísima que cuando sonaba nos despertaba, a veces a las cuatro de la mañana. Cuando nos levantábamos para ir a la escuela el paisaje era esa enorme pared con ventanas y la chimenea. Toda la economía y todo de lo que se hablaba giraba entorno de eso. Surgió un lenguaje muy especial, simple y a veces brusco. Pero también mucha dulzura porque en ese tipo de pueblos casi no había ricos, los ricos eran los dueños de la fábrica pero no vivían ahí. Todos eran pequeños comerciantes, era la época del almacén y de la tienda, no había grandes supermercados. Mis padres trabajaban también en la fábrica. Mi padre venía del campo. Mi madre además era sirvienta y cuando los dueños llegaban, dejaba su labor en la textil y pasaba a ser la cocinera. Esa es mi base, mi raíz.

-¿Qué lo impulsó a componer canciones?

-Éramos una barra de muchachos. A los 14 años dejé el liceo y empecé a trabajar en la fábrica. Estaba de moda el folclore argentino, Guarany, Los Chalchaleros, Atahualpa Yupanqui, Los Fronterizos. Nos enamoramos de la guitarra, aunque yo también tenía inclinación por el rock and roll. Me gustaba muchísimo Bill Halley y Elvis Presley. Después aparecieron Los Plateros y Nat King Cole, la mejor voz que escuché de Estados Unidos.

-Pero sus primeras canciones no fueron rockeras.

-No, primero porque mi barra cantaba folclore y otra porque yo tenía muchas limitaciones para aprender a tocar la guitarra, y era lo único a lo que tenía acceso porque no había otros instrumentos en Juan Lacaze. Los veíamos en las películas y los escuchábamos por radio. No existía la televisión. Se me ocurrió escribir mis canciones porque no podía cantar las de los famosos argentinos, no me daba la voz. Para no estar en el medio sin hacer nada y como me gustaba escribir y leer hice cositas para mostrarlas en el rancho con los amigos, como “A mi gente”, “Chamarrita de los pobres” y “Chiquilladas”.

-¿A qué edad fue?

-Entre los 14 o 15 y los 20 años. Las cantaba en el rancho y no me tomaban en serio. Yo ni ahora me tomo en serio. Pienso que son muy naif. Pero la gente les ha dado valor porque son situaciones comunes a muchos y tienen lenguaje sencillo.

-¿En su repertorio se coló algo de su estadía en Holanda?

-Sí, mi mujer, en “Johana” y “No me olvides”. Es una canción muy linda porque cuando uno se enamora de una persona en una situación tan difícil como el exilio, no sabe hasta cuándo va a durar. En el amor nunca se sabe hasta cuándo va, por eso siempre hay que vivirlo al mango y disfrutarlo hasta que se termine porque después viene la cotidianidad y el aburrimiento, cosa que a nosotros no nos ha pasado porque siempre hemos vivido viajando, entonces estamos en un permanente noviazgo. Vino en enero y se quedó hasta el 1° de febrero. El 21 de abril nos encontraremos en Nueva York donde estaremos hasta el 28. El 29 iremos a Toronto y después a Cuba. Cuando puede me acompaña.

-A Nueva York viajará para participar en un tributo a Mercedes Sosa, ¿la conoció?

-Es un homenaje que le hacen el 25 de abril en un teatro que está en el Lincoln Center de Manhattan y yo voy invitado por el Ministerio de Cultura del Uruguay. La conocí en el año 62 en Teluria (una vinería que estaba en Cuareim y 18 de julio). En El Galpón en el año ‘70 compartimos escenario en un concierto en el que originalmente la iba a acompañar Daniel Viglietti pero no pudo porque se enfermó. Yo era nuevito en esto. Y ella era amiga de mi hermano.

-¿Cómo es tener un pie en Uruguay y otro afuera?

-Tengo un pie en Holanda y otro en Atlántida. Vivo atrás de “el águila”. Me quedo en un lugar o en otro dependiendo del trabajo. En Holanda no canto, lo hago en España, Francia, Estados Unidos y Australia donde hay colonias grandes de uruguayos.

-¿Va a llevar su música a los escolares?

-Después del Solís comenzará “El ceibal canta”, una serie de conciertos que haremos junto con Washington y Cristina y Abel García para niños de 4°, 5° y 6° de primaria de todo el país. Tocaremos en teatros, clubes y cines, y donde no haya escenario armaremos una carpa. La idea es mostrar a Uruguay a través de sus canciones, el suelo, el agua, la producción. Haremos proyecciones, juegos de luces, será lo más atractivo posible para que el público específico lo disfrute. Los niños entrarán gratis y estará patrocinado por privados. El proyecto está vinculado al Plan Ceibal formalmente y emocionalmente pero no desde lo económico.

 

 

 
 
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